Haitianos no se resignan a perder el TPS
- MaFer Becerra
- 11 oct 2017
- 4 Min. de lectura

¿Pelearían por nosotros?, preguntó. Sí, respondieron cientos de personas al unísono. “Miles enfrentarían un proceso de deportación y necesito su ayuda”. Con estas palabras, Ronhyde Christina Ponthieux, una niña haitianoamericana de 10 años, se paró en medio del escenario del Watsco Center en Coral Gables durante un concierto para alzar la voz por los suyos.
Christina nació en Estados Unidos, pero sus padres no, y se han mantenido en este país bajo el Estatus de Protección Temporal (TPS), que otorga un permiso de trabajo y de residencia a personas de países víctimas de desastres naturales o guerras civiles.
Rony Ponthieux, cabeza de la familia, llegó a Estados Unidos en 1999. Aquí estudió, consiguió un empleo, compró una casa, un auto, tuvo a sus dos hijos. Trabaja en el Hospital Jackson Memorial, donde lo llaman el “King” porque nadie puede administrar inyecciones intravenosas como él.
Después de 18 años viviendo aquí y renovando su estatus cada cierto tiempo, Rony y su esposa encaran una etapa controversial después que el gobierno del presidente Donald Trump anunció que ese programa se prorrogaría sólo seis meses más. Es decir, tendrían hasta el 22 de enero del 2018 para abandonar el país. La firmeza de las palabras del secretario de Seguridad Nacional, John Kelly, quien hizo el anuncio sosteniendo que ese tiempo sería suficiente para que organicen su regreso a Haití, es la que preocupó a los 58,000 haitianos que tienen el TPS.
“Este gobierno realmente está generando miedo”, dijo Marleine Bastien, directora de Mujeres Haitianas de Miami, quien asegura que se está creando una población de víctimas en el país campeón en derechos humanos.
“Los que tienen el TPS no son delincuentes, son personas trabajadoras, pagan impuestos y, lo más importante: contribuyen a la economía de Estados Unidos”. Con estas firmes y sorprendentes palabras para alguien de su corta edad, la pequeña Christina defiende no sólo a sus padres sino a toda de su gente.
Coincide con su padre, quien reitera que la mayoría de sus compatriotas vinieron a trabajar. “Están en las fábricas, en los hoteles, en los restaurantes, en el sector de la construcción”.
Sin embargo, la decisión no es definitiva y será evaluada nuevamente en noviembre próximo.
Es así que organizaciones, líderes y ciudadanos comunes protagonizan una lucha para convencer al gobierno de que les otorgue una nueva prórroga de 18 meses, tiempo en que los activistas podrán desarrollar un plan a largo plazo para otorgar el estatus permanente a los beneficiarios del TPS que han cumplido la ley, dijo Fayola Delica, política del sur de la Florida de ascendencia haitiana, miembro de la directiva del Grupo de Consejos del Pequeño Haití y quien compitió por el Distrito 108 de la Cámara de Representantes por la Florida como candidata demócrata en el 2016. Delica evoca a Martin Luther King para llamar a todos a luchar por sus hermanos haitianos: “La injusticia en cualquier lugar es una amenaza para la justicia en todas partes”.
¿Cuáles son las primeras consecuencias?
Mientras la cuenta regresiva continúa, los efectos negativos de este problema ya se pueden percibir en la diáspora en el Pequeño Haití, en el norte de Miami.
Según Jean Mapou, propietario de una librería, los haitianos están abandonando la zona, las escuelas pierden alumnos e incluso las iglesia está perdiendo gente. Muchos de esos haitianos habrían iniciado una nueva ola migratoria hacia Canadá.
En lo que va del año, más de 13,200 haitianos han cruzado la frontera hacia ese país en busca de un asilo político, según las autoridades canadienses. No obstante, la líder Marleine Bastien considera que no es una buena idea ya que pasan de un estatus legal aquí a un estatus ilegal en Canadá. Además de que “solamente la mitad conseguirá el asilo”, dijo.
¿Qué pasaría si se cancela definitivamente el TPS?
El temor y la preocupación se agudizan con solamente pensar en volver a un país en crisis que todavía no ha logrado recuperarse por completo de la destrucción que causó el terremoto del 2010, que mató a más de 200,000 personas, ni tampoco del huracán Matthew, que azotó el país en el 2016 y dejó un millar de muertos.
Haití es considerado el país más pobre del Hemisferio Occidental. Se encuentra en el puesto 163 entre 188 naciones, según el último Índice de Desarrollo Humano de la ONU.
“Sería impensable. Si contamos a los hijos de los que seríamos deportados, hablamos de unas 200,000 personas regresando al mismo tiempo a un país que no tiene nada, ni siquiera agua o casas”, dijo Rony.
Según la ONU, dos de cada tres haitianos en la isla viven con menos de 2 dólares diarios. Por todas estas razones, para ellos volver no es una opción.
¿Qué otras alternativas barajan los haitianos?
Pese a los esfuerzos de los colectivos, esta batalla por quedarse en el país que han hecho suyo y por evitar la separación de las familias se está volviendo compleja.
Por ejemplo, Rony, tratando de solucionar su problema, encontró un patrocinador para una visa de trabajo y esperó con emoción un par de meses por los documentos que certifican que está calificado para trabajar en el campo de los servicios médicos. Sin embargo, el jueves pasado, cuando por fin llegaron los papeles, recibió una mala noticia de su abogado. Según la ley, no puede pasar del TPS a un patrocinio laboral. “No tengo forma de obtener el estatus permanente, con el TPS no eres nada, eres basura”, se lamentó.
Publicado en: El Nuevo Herald
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